miércoles, 30 de enero de 2013

Historia Six Samurais Cap.1


Shien admiraba con orgullo a su padre Shinato; un hombre honrado, pacifico, y leal junto al gran Emperador de su tierra. Aunque también podría ser por la diferencia de salud entre el gran señor y su mano derecha.

El emperador se encontraba ya viejo, aunque no por ello débil. Sus ojos aun brillaban y expresaban serenidad bajo los parpados caídos de un rostro arrugado y lleno de cicatrices que contaban varias historias. Quizá fuera por esa experiencia por la cual muchos generales y jefes de aldea acudían a su consejo antes de emprender un camino o empezar una disputa entre clanes. Claramente, el Emperador siempre optaba por la opción más pacífica posible, ya que su pasado le había enseñado demasiadas muertes y dolor.

Justo enfrente de ambos, se encontraban erguidos varios soldados, entre ellos Shien, a los lados del pasillo central hacia el trono del Emperador. El más cercano que se encontraba era el General Shihai, o más bien conocido como el caudillo Shogun, tío de Shien y hermano pequeño de Shinato. Era un hombre muy corpulento a diferencia de sus hermanos, también presentes en la marcha real: Enishi y Kageki. Su mirada era la de una bestia, siempre atento ante cualquier movimiento. En su puesto siempre estaba tenso, ya que él sería quien tuviera que gritar las ordenes y las estrategias para cada escuadrón allí presentes. Puede que fuera por eso el porqué su cara fuera tan afilada que recordara a un halcón vigilante.

En la marcha real también se encontraba Kizan, junto a Shien. Ambos siempre estaban juntos a la hora de ir a entrenar o a defender a alguna pequeña aldea del Imperio. Aún jóvenes, ambos habían crecido juntos y poder ver el dolor y el crecimiento a su alrededor. Juntos contemplaron el inicio de aquella era de paz y armonía, todo gracias al Emperador, que, sabiamente había movido los hilos necesarios para evitar guerras y mantener a los suyos sin derramar demasiada sangre en contra de su voluntad.

Cada día que pasaba, el emperador atendía menos tiempo a las dudas de sus habitantes. Poco a poco iba cerrando los ojos de cansancio. Después de la sesión, Shinato y Shihai acompañaban al emperador a su templo, el cual, no estaba muy lejos de su trono, pero cada vez más costaba ayudarle a andar con el bastón. Muchas veces tropezaba y su gorro se caía al barro. Ya fuera o no su torpeza el que causaba tal mísero accidente diariamente, era de notar su desequilibrio alimenticio cada vez más avanzado y alarmante. Shihai y Shinato lo acompañaban hasta sus aposentos y posteriormente daban permiso de entrada a su cuidadora, quien cada noche procuraba que el emperador hiciera sus necesidades sin tener accidentes que pudieran acabar con su vida.

Una vez fuera, Shinato y Shihai hablaron sobre la situación.

-          - Ya lleva dos lunas en este estado…- dijo Shinato preocupado y evitando pensar en una desgracia.
-         -  Es un hombre fuerte. Tardará hasta que los espíritus decidan hacerse con su alma.
-     - Hablas como si aún faltaran años para eso. ¿ Acaso no has visto su estado? Hoy apenas ha tocado la comida, y no te digo nada de la merienda…
-         -  ¿ Te refieres a los bollitos de la panadera real? ¿ Cómo ha osado decir no a ese delicioso manjar?
-     - Se dedica demasiado a pensar. Muchas preguntas de aldeanos se han quedado sin respuesta, y no conforme, ha pedido audiencia con el Gran Espiritu.
-          - No se porqué lo dedica para que le hable y no para usarlo como fuerza.- El rostro de Shihai se mostró asqueado y harto. Él vio una vez desde las sombras la grandiosidad de aquel ser. No entendía porqué solo pedía palabras y no acción.- Se supone que es su guardián, ¿ no?
-         -  Cuán agresivo te pones a veces… Se nota que eres el Shogun.- Una pequeña sonrisa surcó sus labios, aunque sus ojos expresaban un poco de preocupación hacia aquellas palabras.- Un gran poder conlle…
-          - …va una gran responsabilidad. Si lo sabré mejor que tú. Jaja. Y por eso mismo, te traigo una medicina que me han traido desde el norte para su salud- De su bolsillo extrajo una bolsita llena de bolitas.- Es anis. Evitará el insomnio, ayudará a su cabeza y a su espíritu. Considéralo un regalo.- Shihai entregó la bolsita a Shinato. Efectivamente, olia a anis, y su olor ya había impregnado todo el uniforme de Shihai.
-         - Se lo diré a la cuidadora para que lo prepare en las infusiones. Gracias hermano – dicho esto, ambos apretaron sus manos.- Que descanses para la audición de mañana.
-          - Estaré presente.- Ya habiendo dado media vuelta, su paso fue firme y ligero hacia su casa. Nada más entrar, no tardó ni un minuto en meterse a su agua ardiente. Deseaba desprenderse de ese olor infernal y venenoso. Si deseaba un olor, era el de una próxima victoria.


Al día siguiente, tal como le pidió Shinato, Mamoru preparó la infusión usando varias bolitas de la bolsa. El emperador, una vez tomado su desayuno, fue a por aquel documento protagonista del día. Ya vestido, pidió ayuda a Mamoru para vestirse e ir acudiendo a la cita bajo la lluvia serena. Aún seguía tropezando en algunos trechos del camino de piedra, pero el descanso y la meditación le habían dado fuerza suficiente como para llegar a su puerta sin precisar de ayuda.

Todos los habitantes del imperio estaban situados detrás de los soldados, quienes limitaban el paso hacia el camino de Emperador. Al fondo, su mano derecha, Shogun y sirvientas esperaban con paciencia, en silencio, contrastando con el alboroto del gentío. Todos alababan, gritaban, adoraban a su señor. Incluso aun estando ya preparado detrás de las escaleras que previamente había subido, ellos seguían alabándole. Pero ello terminó con un simple gesto.

Una de las sirvientas puso su gorra, emblema de su poder. Una vez vuelto a su puesto, el emperador cogió aire.

-        -  Ciudadanos del Imperio: Me muero. Se que muchos de vosotros habéis acudido en mi ayuda y habéis visto y hablado de mi estado. No estáis equivocados. Ya han pasado muchos años desde mi primera guerra, pero no por ello la última. Muchos hombres de familia habéis estado a mi lado, habéis luchado por vuestro país…- un mareo instantáneo apareció e hizo que se tambalease meticulosamente. Mantuvo su posición. – y veis los efectos de la vejez.
Si he solicitado este discurso no ha sido por mí. Sino por aquellos que cuidaron de mi. Este ejército ha obedecido ordenes que muchos no hubieran querido cumplir.- Una mirada fugaz fue lanzada hacia Shinato, acompañada de una sonrisa.- Y es por esto que,  tras mucho meditar, he decidido escribir el nombre de aquella persona que ocupará mi lugar.- Exponiendo aquel documento, la gente no respondió. No al menos con sonidos. Se quedaron petrificados. Entre el ejército, en cambio, empezaron a rondar rumores momentáneamente. Shien en cambio, no pudo evitar sacar una sonrisa. Sabía lo que venía, y por ello, su orgullo como hijo del futuro Emperador le sacaba la alegría.- Muchos pensareis que anduve equivocado. Otros aceptareis mi decisión…- otro tambaleo se apoderó de su cuerpo y obligó a Shinato a tomar acción. Le agarró del brazo y mantuvo su equilibrio. El emperador entonces le miró a la cara sonriente.- Pero yo se que tú serás el más indicado.- Entregó el documento con manos temblorosas y ancianas a Shinato.
En la cercanía, el rostro de Shihai se volvía feroz por momentos. Se lo podría haber olido, pero aquella situación podría ser beneficiosa para él. Sonrió cuan hermano feliz por su familiar.

Pero poco después de recibir el documento, el gran anciano flaqueó y dejo su paso solo en manos de Shinato. Todos los cercanos acudieron en su ayuda. Shinato asintió a su hermano como seña de acción. No tardó en dar la orden de evacuación. Cada soldado empezó a desplazarse acorde con la estrategia de evacuación civil. Algunos ciudadanos de los más cercanos quisieron ayudar como primera reacción, pero fueron denegadas sus ayudas y retrocedidas. De mientras, la corte llevó al emperador bajo la lluvia a su cama, dándoles el recibimiento. Shogun ya había vuelto de avisar a una curandera.

-       -   Mamoru, ¿esta mañana se encontraba bien?
-       -   Perfectamente señor.
Una grandiosa preocupación se apoderó de Shinato mientras lo metían entre las sabanas. Pensó en la casualidad de su repentina debilidad y la medicina que le dio su hermano. No creía que fuera posible, pero aquella primera sospecha lo tuvo atento a cada movimiento de su hermano. La curandera ya había llegado para cuando desalojaron la habitación. Poco después de su entrada, salió.
-          - Dejadle descansar. Necesita reposo. Algo ha debido de sentarle mal en la cena.
-      - Gracias señora.
-       -  Ah, y señor Shinato, puede descansar en su casa con su hijo. Palabras del emperador.
-         -  Gracias de nuevo.
Pero cuando se dispuso a dejar la cabaña, Shinato pudo contemplar la tristeza y miedo de aquella señora.

Al día siguiente, Enishi salió de la muralla tan rápido como afirmó que la noticia era cierta: El emperador había muerto por envenenamiento. Debia avisar a su hermano. Y a su sobrino. Tenía que salvarles.


1 comentario: