Shien admiraba con orgullo a su
padre Shinato; un hombre honrado, pacifico, y leal junto al gran Emperador de
su tierra. Aunque también podría ser por la diferencia de salud entre el gran
señor y su mano derecha.
El emperador se encontraba ya
viejo, aunque no por ello débil. Sus ojos aun brillaban y expresaban serenidad
bajo los parpados caídos de un rostro arrugado y lleno de cicatrices que
contaban varias historias. Quizá fuera por esa experiencia por la cual muchos
generales y jefes de aldea acudían a su consejo antes de emprender un camino o
empezar una disputa entre clanes. Claramente, el Emperador siempre optaba por
la opción más pacífica posible, ya que su pasado le había enseñado demasiadas
muertes y dolor.
Justo enfrente de ambos, se
encontraban erguidos varios soldados, entre ellos Shien, a los lados del
pasillo central hacia el trono del Emperador. El más cercano que se encontraba
era el General Shihai, o más bien conocido como el caudillo Shogun, tío de
Shien y hermano pequeño de Shinato. Era un hombre muy corpulento a diferencia
de sus hermanos, también presentes en la marcha real: Enishi y Kageki. Su
mirada era la de una bestia, siempre atento ante cualquier movimiento. En su
puesto siempre estaba tenso, ya que él sería quien tuviera que gritar las
ordenes y las estrategias para cada escuadrón allí presentes. Puede que fuera
por eso el porqué su cara fuera tan afilada que recordara a un halcón
vigilante.
En la marcha real también se
encontraba Kizan, junto a Shien. Ambos siempre estaban juntos a la hora de ir a
entrenar o a defender a alguna pequeña aldea del Imperio. Aún jóvenes, ambos
habían crecido juntos y poder ver el dolor y el crecimiento a su alrededor.
Juntos contemplaron el inicio de aquella era de paz y armonía, todo gracias al
Emperador, que, sabiamente había movido los hilos necesarios para evitar
guerras y mantener a los suyos sin derramar demasiada sangre en contra de su
voluntad.
Cada día que pasaba, el emperador
atendía menos tiempo a las dudas de sus habitantes. Poco a poco iba cerrando
los ojos de cansancio. Después de la sesión, Shinato y Shihai acompañaban al
emperador a su templo, el cual, no estaba muy lejos de su trono, pero cada vez
más costaba ayudarle a andar con el bastón. Muchas veces tropezaba y su gorro
se caía al barro. Ya fuera o no su torpeza el que causaba tal mísero accidente
diariamente, era de notar su desequilibrio alimenticio cada vez más avanzado y
alarmante. Shihai y Shinato lo acompañaban hasta sus aposentos y posteriormente
daban permiso de entrada a su cuidadora, quien cada noche procuraba que el
emperador hiciera sus necesidades sin tener accidentes que pudieran acabar con
su vida.
Una vez fuera, Shinato y Shihai
hablaron sobre la situación.
- - Ya lleva dos lunas en este estado…- dijo Shinato
preocupado y evitando pensar en una desgracia.
- - Es un hombre fuerte. Tardará hasta que los
espíritus decidan hacerse con su alma.
- - Hablas como si aún faltaran años para eso. ¿
Acaso no has visto su estado? Hoy apenas ha tocado la comida, y no te digo nada
de la merienda…
- - ¿ Te refieres a los bollitos de la panadera
real? ¿ Cómo ha osado decir no a ese delicioso manjar?
- - Se dedica demasiado a pensar. Muchas preguntas
de aldeanos se han quedado sin respuesta, y no conforme, ha pedido audiencia
con el Gran Espiritu.
- - No se porqué lo dedica para que le hable y no
para usarlo como fuerza.- El rostro de Shihai se mostró asqueado y harto. Él
vio una vez desde las sombras la grandiosidad de aquel ser. No entendía porqué
solo pedía palabras y no acción.- Se supone que es su guardián, ¿ no?
- - Cuán agresivo te pones a veces… Se nota que eres
el Shogun.- Una pequeña sonrisa surcó sus labios, aunque sus ojos expresaban un
poco de preocupación hacia aquellas palabras.- Un gran poder conlle…
- - …va una gran responsabilidad. Si lo sabré mejor que
tú. Jaja. Y por eso mismo, te traigo una medicina que me han traido desde el
norte para su salud- De su bolsillo extrajo una bolsita llena de bolitas.- Es
anis. Evitará el insomnio, ayudará a su cabeza y a su espíritu. Considéralo un
regalo.- Shihai entregó la bolsita a Shinato. Efectivamente, olia a anis, y su
olor ya había impregnado todo el uniforme de Shihai.
- - Se lo diré a la cuidadora para que lo prepare en
las infusiones. Gracias hermano – dicho esto, ambos apretaron sus manos.- Que
descanses para la audición de mañana.
- - Estaré presente.- Ya habiendo dado media vuelta,
su paso fue firme y ligero hacia su casa. Nada más entrar, no tardó ni un
minuto en meterse a su agua ardiente. Deseaba desprenderse de ese olor infernal
y venenoso. Si deseaba un olor, era el de una próxima victoria.
Al día siguiente, tal como le
pidió Shinato, Mamoru preparó la infusión usando varias bolitas de la bolsa. El
emperador, una vez tomado su desayuno, fue a por aquel documento protagonista
del día. Ya vestido, pidió ayuda a Mamoru para vestirse e ir acudiendo a la
cita bajo la lluvia serena. Aún seguía tropezando en algunos trechos del camino
de piedra, pero el descanso y la meditación le habían dado fuerza suficiente
como para llegar a su puerta sin precisar de ayuda.
Todos los habitantes del imperio
estaban situados detrás de los soldados, quienes limitaban el paso hacia el
camino de Emperador. Al fondo, su mano derecha, Shogun y sirvientas esperaban
con paciencia, en silencio, contrastando con el alboroto del gentío. Todos alababan,
gritaban, adoraban a su señor. Incluso aun estando ya preparado detrás de las
escaleras que previamente había subido, ellos seguían alabándole. Pero ello
terminó con un simple gesto.
Una de las sirvientas puso su
gorra, emblema de su poder. Una vez vuelto a su puesto, el emperador cogió
aire.
- - Ciudadanos del Imperio: Me muero. Se que muchos
de vosotros habéis acudido en mi ayuda y habéis visto y hablado de mi estado.
No estáis equivocados. Ya han pasado muchos años desde mi primera guerra, pero
no por ello la última. Muchos hombres de familia habéis estado a mi lado, habéis
luchado por vuestro país…- un mareo instantáneo apareció e hizo que se
tambalease meticulosamente. Mantuvo su posición. – y veis los efectos de la
vejez.
Si he solicitado
este discurso no ha sido por mí. Sino por aquellos que cuidaron de mi. Este ejército
ha obedecido ordenes que muchos no hubieran querido cumplir.- Una mirada fugaz
fue lanzada hacia Shinato, acompañada de una sonrisa.- Y es por esto que, tras mucho meditar, he decidido escribir el
nombre de aquella persona que ocupará mi lugar.- Exponiendo aquel documento, la
gente no respondió. No al menos con sonidos. Se quedaron petrificados. Entre el
ejército, en cambio, empezaron a rondar rumores momentáneamente. Shien en
cambio, no pudo evitar sacar una sonrisa. Sabía lo que venía, y por ello, su
orgullo como hijo del futuro Emperador le sacaba la alegría.- Muchos pensareis
que anduve equivocado. Otros aceptareis mi decisión…- otro tambaleo se apoderó
de su cuerpo y obligó a Shinato a tomar acción. Le agarró del brazo y mantuvo
su equilibrio. El emperador entonces le miró a la cara sonriente.- Pero yo se
que tú serás el más indicado.- Entregó el documento con manos temblorosas y
ancianas a Shinato.
En la cercanía,
el rostro de Shihai se volvía feroz por momentos. Se lo podría haber olido,
pero aquella situación podría ser beneficiosa para él. Sonrió cuan hermano
feliz por su familiar.
Pero poco
después de recibir el documento, el gran anciano flaqueó y dejo su paso solo en
manos de Shinato. Todos los cercanos acudieron en su ayuda. Shinato asintió a
su hermano como seña de acción. No tardó en dar la orden de evacuación. Cada
soldado empezó a desplazarse acorde con la estrategia de evacuación civil.
Algunos ciudadanos de los más cercanos quisieron ayudar como primera reacción,
pero fueron denegadas sus ayudas y retrocedidas. De mientras, la corte llevó al
emperador bajo la lluvia a su cama, dándoles el recibimiento. Shogun ya había
vuelto de avisar a una curandera.
- - Mamoru, ¿esta mañana se encontraba bien?
- - Perfectamente señor.
Una grandiosa preocupación se
apoderó de Shinato mientras lo metían entre las sabanas. Pensó en la casualidad
de su repentina debilidad y la medicina que le dio su hermano. No creía que
fuera posible, pero aquella primera sospecha lo tuvo atento a cada movimiento
de su hermano. La curandera ya había llegado para cuando desalojaron la
habitación. Poco después de su entrada, salió.
- - Dejadle descansar. Necesita reposo. Algo ha
debido de sentarle mal en la cena.
- - Gracias señora.
- - Ah, y señor Shinato, puede descansar en su casa
con su hijo. Palabras del emperador.
- - Gracias de nuevo.
Pero cuando se dispuso a dejar la
cabaña, Shinato pudo contemplar la tristeza y miedo de aquella señora.
Al día siguiente, Enishi salió de
la muralla tan rápido como afirmó que la noticia era cierta: El emperador había
muerto por envenenamiento. Debia avisar a su hermano. Y a su sobrino. Tenía que
salvarles.